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miércoles, 8 de septiembre de 2010

Cuando querer no está bien...

Cierra la puerta tras ella, dejando atrás el bullicioso acontecimiento social, con sus risas comedidas, su música en el volumen apropiado, sus bocados medidos, los vestidos elegantes y las sonrisas corteses… El final de su vestido de noche barre el suelo del sucio almacén mientras avanza de puntillas, para que los traicioneros tacones no delaten lo que nadie debe saber…



Y allí está él, embutido en el negro y blanco de su traje de camarero, esperándola con los brazos abiertos, como el cálido hogar que te da la bienvenida. Y se funden en un abrazo en el que no hacen falta palabras, porque la necesidad, la urgencia, el amor escapan de cada poro como un perfume característico de sus encuentros.


Sus bocas se encuentran, viejas conocidas, sin pensarlo, como dos imanes, dos polos que no pueden ser más opuestos, como ellos mismos. Los labios se separan, ansiosos por recibir a la otra parte, como siempre, como nunca… Los dedos en el pelo, las manos afianzando el talle, la respiración acelerada, los corazones latiendo a un ritmo desacompasado, como los tambores que llaman a la guerra… Los sentimientos susurrados entre los labios del otro, las promesas a media voz de un futuro sin escondites, sin miradas furtivas ni amores reprimidos…


Pero el tiempo vuelve a reírse de ellos, corriendo más rápido de lo que querrían, y el encanto se rompe. Su pequeño mundo de ensueño vuelve a ser un almacén polvoriento y olvidado, sus cuerpos se separan con un dolor casi físico… Los dedos que se abandonan…


Y ella vuelve a su mundo de dinero y placeres, a sonreír a desconocidos como si fueran tiernos amigos, a hacer creer al mundo que no hay nadie más realizada que ella sobre la tierra, que pertenece a ese ambiente dorado de fiestas superfluas donde no importa quién eres, sino quién creen los demás que eres.


Y él sostiene la bandeja, sirviendo copas que valen más que su sueldo a los que le impiden quererla sin huir, sin esconderse, a los que condenan esas miradas fugaces que no pueden evitar…Porque no está bien, porque no puede ser… Porque no les dejan que sea…Vigilándola siempre a distancia, secreto y pobre guardián de la pequeña princesita, que hace mucho que es reina de su vida…


Y así siguen, continuando una historia que no es la suya, viviendo a escondidas y actuando en público, con el sabor de lo prohibido aún en los labios hinchados por el amor de un beso clandestino…






Isa

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