Todos tenemos una historia digna de ser contada...¿Quieres conocer la mía?

jueves, 16 de diciembre de 2010

Llorar no es tan difícil.

Las lágrimas no son sólo agua, corazón: es el líquido en el que se diluyen los sentimientos. Desde la ira más feroz al amor más tierno, todas pueden disolverse en ellas y deslizarse por tu rostro. ¿Crees, entonces, que puede ser malo llorar?
Por eso, si lloras porque duele, yo estaré allí. Llegaré y sólo me sentaré a tu lado. No hablaré, no te miraré, pero mi mano estará lo suficientemente cerca de la tuya para que la agarres con fuerza si lo necesitas. No acudiré rauda a restallar tus lágrimas, no me empeñaré en que rías ni en secar tus mejillas.
Y después de la tempestad, de dejar todo lo que llevabas dentro en la humedad que cubrirá tu faz, llegará la calma, el agotamiento, las fuerzas perdidas sin saber muy bien dónde. Entonces te prestaré mi hombro, pequeño rincón apartado del mundo, para que te escondas durante ese espacio de tiempo en que aún serás pequeñito y vulnerable. Yo te sostendré y cuidaré de que nadie se acerque a hacerte daño.
Luego, cuando creas haberte recuperado, serás tú quien me busque. Me mirarás y puede que sonrías, o que sólo me pidas con la mirada que te lleve lejos. Será en ese momento cuando te ayude a levantarte y juntos nos enfrentaremos a la razón de tus lágrimas…O, quién sabe, quizá sólo corramos como niños en busca de otras lágrimas, pero que sepan a felicidad.


Isa

martes, 7 de diciembre de 2010

Y sigue siendo tan difícil decir adiós...

Apreté las flores en el puño y el papel que las envolvía crujió, como un quejido ante la falta de tacto. La misma falta de tacto que tuviste aquella noche en que te fuiste. Gritos, reproches y un enfado en el ambiente, aderezado con malos entendidos y los resquemores de viejas heridas: un cóctel fatal. Tu último portazo y mi primera lágrima se dieron la mano.
Y ni siquiera volviste a aparecer, no había vuelto a ver tu cara y, sin embargo, estaba recorriendo esas calles frías en tu busca, como una tonta. Aunque sólo fuera para recriminarte lo idiota que habías sido.
El enfado creciendo, recorría mis venas como lava incandescente. ¡No sabes cuánto sufrimiento, cuánto llanto y cuántas veces pronuncié tu nombre sin respuesta! Por eso fui en tu busca. Abrí la verja del lugar que habías cambiado por nuestra casa y la soledad que flotaba en el aire casi consiguió enfriar la rabia que ardía en mi interior.
Y llegué a donde tú estabas y volví a gritar, como aquella noche.
- ¿Por esto te fuiste? – Arrojé el ramo a tu rostro impasible. - Creíste que un puñado de flores lo solucionaría, ¿verdad?
Y las rosas se empaparon. No porque comenzara a llover, ni porque se instalasen en un florero. Mis lágrimas las regaron mientras seguía observando tu media sonrisa en esa pequeña fotografía rodeada de mármol. Porque si no fuese por un ramo como ése, no te hubieses puesto tras el volante aquella misma noche, buscando solución quizá a un remordimiento insistente, y no se habría vuelto loco aquel coche tuyo apenas reconocible tras salirse de su camino…
Y ahí, bajo tu foto casi feliz, tu fecha de nacimiento y la del último día, tan grabada en la fría piedra como en cada parte de mi ser. Ay, corazón, hubiese sido tan fácil: hubiese bastado con un perdón, con un gesto de arrepentimiento, me hubiese rendido si hubieses vuelto a abrir esa puerta con la que pusiste fin a tantas cosas.
De vez en cuando entreabro esa puerta, con la esperanza de que vuelvas y la encuentres abierta, de que te cueles de nuevo en mi casa y despierte contigo a mi lado. Aunque sé que este lugar te acogerá para siempre… Y espero que algún día me hagas un hueco a tu lado cuando yo también decida mudarme aquí. Hasta entonces, mi amor, sólo me queda echarte de menos…


Isa

sábado, 23 de octubre de 2010

Por si se te olvida...

A veces, en más días de los que parece, echo la vista atrás y me sorprendo. No me hace falta remontarme a tiempos inmemoriales, ni siquiera a más años de los que puedo contar con los dedos de una mano. Pero han pasado tantas cosas que, en ocasiones, incluso a mí misma, protagonista de la historia, me cuesta creer el cambio de guión que sufrió mi vida, el cambio de personajes, de sentido, de camino.
Porque hubo un punto de inflexión, un antes y un después, un momento demasiado oscuro. Cuando creer en la confianza pendía de un hilo demasiado fino, apareciste tú. Como un huracán, sin permiso, sin avisar, abriste puertas y ventanas de este lugar polvoriento en que se había convertido mi corazón tembloroso. Cuando ya no había remedio para el frío y la noche, desplegaste esa sonrisa tuya que se convirtió en mi sol de repuesto, con la calidez y la luz que aún me daban miedo…demasiado miedo.
Y sin saber muy bien cuándo ni cómo ni por qué, demasiado rápido e inesperado, te ganaste el todo sin haber tenido nada. Te convertiste en okupa de este corazón casi vacío, maltrecho y con demasiadas goteras. No lo arreglaste, no fuiste poniendo parches que sólo ocultaran las grietas que había detrás. Lo derrumbaste, acabaste con lo antiguo e impusiste tu toque.
Creaste unos nuevos cimientos, bien hondos, para contrarrestar esos terremotos que, quizá demasiado a menudo, me desestabilizan. Construiste unos pilares fuertes, sólidos, con una masa compacta de abrazos. Unas paredes y un techo gruesos, que aislaran del frío a mi pequeño corazón congelado. Y decoraste su interior con ilusiones, lo empapelaste de sueños compartidos y fuiste rellenando marcos con momentos vividos.
Y cuando quise darme cuenta, habías hecho un lugar habitable de ese rincón ruinoso, y hasta te habías convertido en propietaria. Ya tampoco tenía miedo.
Hasta hoy, has seguido ocupando ese pequeño hueco. No es demasiado grande, lo sé, ni lujoso, ni siquiera bonito, pero prometo cuidarlo, hacerlo cálido, una casa. Intentaré que sea el hogar al que quieras y puedas volver cuando amenace tormenta, o en el que puedas secarte si quizá alguna vez llegas a empaparte.
Aunque no sea mucho, te regalo las llaves de este lugar que un día invadiste y ahora…bueno, ahora es tuyo, espero que ya lo sepas. También quiero que sepas que no vas a estar sola, no importa si el momento es bueno o de los que a veces es mejor no recordar demasiado, siempre estará este refugio, más cerca de lo que piensas.
Sólo me queda darte las gracias por reconstruir este corazón que estaba demasiado remendado para soportar más climas intempestivos.
Ya sólo decirte…bienvenida a casa.


Isa

lunes, 4 de octubre de 2010

Carta a la persona esperada

Querida persona especial:
Hoy he salido a buscarte.
No sé tu nombre, ni siquiera conozco tu rostro, pero sé que eres tú. No me he arreglado demasiado, quiero que me veas tal y como soy, como me vas a encontrar a diario. Tampoco he usado un perfume caro ni me he escudado tras una máscara de maquillaje que me haga parecer un poco perfecta.
Te he buscado en cada persona, he mantenido miradas buscando aquélla que produzca algo único. Aún no sé qué es, pero debe ser diferente. No me importa que me hiele, que forme una revolución en mi estómago, que me transmita dulzura o un ardor apasionado… No soy exigente, sólo quiero que no haya otra que me haga sentir igual.
He escuchado las voces, algunas risas y otras menos alegres. ¿Cómo será la tuya? Quizá grave, puede que un poco aguda o que busque un punto medio. Pero estoy segura de que será con la que mejor suene mi nombre.
También me he preocupado de las sonrisas. Siempre he creído que son muy importantes. No me hace falta que sea perfecta ni deslumbrante. Sólo quiero que acompañe a la mía y que sepa ser mi sol particular en los días demasiado nublados.
He buscado esos pequeños detalles que quizá te descubrieran: un perfume, un gesto, unos ojos que sostienen mi mirada curiosa, una risa que me contagie… Pero no me han convencido. ¿Dónde te escondes?
Pero no te preocupes: no tengo prisa, ni voy a darme por vencida. Voy a seguir recorriendo este camino, haciendo el rumbo, quizá cambiándolo de vez en cuando para que no se vuelva cansado. Y como hoy, otro día cualquiera, el que menos te lo esperes, o el que menos lo espere yo, saldré sin buscarte y me toparé contigo. Quizá ese día seas tú el que me estés buscando.
Hasta pronto y para siempre, siempre tuya, incluso sin saberlo.
Isa

miércoles, 8 de septiembre de 2010

¿Hasta dónde llegan las pesadillas?

Pum pum pum...El corazón golpeando las costillas en una loca carrera, la respiración entrecortada en un jadeo interminable, los pulmones a punto de estallar por el aire que no acaba de llegar...Caes, llenándote las manos del polvo del suelo, una hoja amarillenta enredada en el cabello...Corre, corre...Huye...No hay tiempo, se acerca, la muerte te pisa los talones..Sientes su fría estela lamerte la piel como un anuncio macabro...La pared de granito bloquea la salida que esperabas encontrar...Ya está, el punto y final de la historia...La figura eterea surgiendo de la oscuridad, una sombra más que parece susurrar tu nombre en el quejido quebrado de su voz gutural...



Y despiertas de golpe, sentada en la cama, desorientada...Las sábanas se adhieren a tu cuerpo como una segunda piel, pegajosa de un sudor frío...¿Sólo ha sido una pesadilla?...El corazón recupera la cadencia normal, un rítmico recuerdo de lo que creíste ser y no fue...


Bajo la cama, entremezclándose con objetos en desuso y el polvo que marca el paso del tiempo, se desliza desde el colchón una hoja del amarillo del otoño...



Isa

Querer a escondidas.

Miró el reloj y apretó el paso. Iba tarde. El claustro se había extendido más de lo esperado. El eco de sus pisadas reverberaba en el estrecho callejón que usó de atajo, mientras se desabrochaba los primeros botones de la camisa, sofocado como estaba. Al salir de la calle la vio a lo lejos, y no pudo reprimir ese revuelo que se le formaba en el estómago cada vez que la veía, como si fuese la primera vez. Tenía cada uno de sus detalles impreso a fuego en la mente, y, sin embargo, no podía dejar de ponerse nervioso cuando la tenía delante.



Y se lamentó una vez más de estar allí, de admirarla, de consentir que estuviesen cerca. Porque él daba clase a chicas mayores que ella, porque podría ser su padre. Pero no podía evitarlo. No podía evitar buscarla entre los rostros de la gente en una de aquellas citas, impaciente, ilusionado. Porque no podía olvidar esos ojos castaños que sonreían al encontrarse con los suyos. Porque era imposible intentar borrar el recuerdo de sus besos, su boca tierna y suave, muy niña aún y ya queriendo ser mujer. Porque era imposible olvidar el perfume tenue a frutas de su pelo cuando el viento jugaba, travieso, con él. Porque su nombre en esos labios llenos tenía otro significado.


Porque se estaba volviendo loco. Porque tenía que intentar alejarse de ella, y cada día empezaba con la promesa de que ése iba a ser el último. Pero ¿quién sería capaz de resistirse cuando se le iluminaba el rostro al verlo, lleno de emoción apenas contenida? No podía.


Sin embargo, ella estaba prohibida. Jugar al ratón y al gato, esconderse de sus padres en un callejón, esperarla dos calles más abajo del instituto para que no lo reconozca algún colega de profesión, aguantar las miradas recriminatorias de un mundo que no entiende que para él, no hay nada más importante en su vida que hacerla feliz. Y por eso estaba ese día ahí, alimentando unos sentimientos que lo desbordaban, que se apoderaban de él en cuerpo y alma, que trepaban por su cuerpo y se instalaban en sus labios, dibujando una sonrisa permanente siempre que ella estaba cerca.


Y en ese instante de duda, ella se giró. Todo lo malo se disipó, iluminado por aquella maravillosa sonrisa. Agitó una mano, como si él no la hubiese visto, como si pudiese fijarse en otra cosa que no fuera su figura menuda entre el gentío, para él la única entre todos. Casi corrió para salvar los pocos metros que los separaban, y cuando sus bocas se encontraron en un saludo sincronizado, apenas pensado, todo desapareció. Porque tenerla entre sus brazos era el regalo más maravilloso del mundo, porque la edad no eran más que números y él siempre había preferido las letras.


Porque iba a demostrarle al mundo que quererla cada día un poco más no era ningún pecado.




Isa

Y empezar de cero...

Observé tus ojos claros una vez más. ¿Cuándo había empezado a adorar el brillo que acompañaba a tu mirada? Ni yo misma podía recordarlo. Tú habías sido todo para mí desde hacía tanto que ya era imposible recordar un tiempo anterior, ajeno a tu perfume.



Estaba totalmente enamorada.


Aquella chica salió de la cafetería y te tomó del brazo. Me dedicaste una sonrisa triste, un adiós sin palabras. No querías hacerme daño.


Pero ¿cómo no iba a dolerme el ver cómo te das la vuelta y la miras con esa expresión, como si tuvieses delante la verdadera razón de existir? Sí, yo conozco muy bien esa expresión. Es la misma que tengo yo cuando te miro a ti.


Estabas totalmente enamorado. Y no era de mí.


Y te fuiste entre risas y gestos tiernos, con la dulzura del amor y la emoción del futuro a vuestro alcance. Yo te vi alejarte, sin más, sin querer saber que ése era el final de un amor que no llegó a serlo, porque ¿sabes? Para querer hacen falta dos personas. Tú nunca me quisiste, yo lo sabía y hacía oídos sordos. Tú no me querías hacer ilusiones. Yo me las hacía sola.


Te miré por última vez. Una mirada nublada por la tempestad de lágrimas que rompía contra mis pestañas. Me di la vuelta, con una herida y mil lágrimas de más y una ilusión de menos. Me alejé despacito, midiendo cada paso, con las manos en los bolsillos y sin un rumbo fijo, porque aún no sé si podré ser sin ti. Y tuve el deseo egoísta de que me eches de menos, porque eso significaría que has tenido que pensar en mí, aunque sólo sea una vez más.


Aún hoy resuena en mi cabeza aquel último pensamiento: Adiós, mi amor. Sé feliz.




Isa

Me gusta...

¿Que qué me gusta de ti? Bueno, no es sencillo, pero intentaré explicarlo…



Me gusta cuando paseamos cogidos de la mano sin un rumbo fijo y acabamos sin querer en el sitio de siempre, en el primero, en el que nos conocimos. Me gusta cuando jugamos al fifa y buscas excusas tontas para no admitir que soy mejor que tú. Me gustan esas pequeñas bromas que sólo nosotros entendemos, las miradas cómplices que lo dicen todo. Me gusta que me cuentes también entre tus amigos. Me gusta cuando tenemos esas discusiones tontas que no duran más de quince minutos y, sobre todo, me encantan las reconciliaciones que ideas después. Me gusta que aparezcas de la nada y te vuelvas a presentar, como si no nos conociésemos de nada, reinventando nuestra historia cada día. Me gusta cuando me robas un beso mientras estoy enfadada contigo, callando mis réplicas absurdas y saliéndote con la tuya. Me gusta cuando te pones serio delante de mi padre mientras yo intento hacerte perder la compostura. Me gusta cuando apareces tras de mí, tapándome los ojos y preguntándome que si sé quién eres. Como si no pudiese reconocer todo de ti: desde tu perfume hasta tu voz, pasando por el tacto de tus manos. Me gusta cuando me abrazas por sorpresa y me alzas entre tus brazos, dando mil vueltas como si fuese una princesa.


Pero lo que más me gusta son las cosas que haces cuando crees que no me doy cuenta. Me gusta tu gesto mientras me observas cuando duermo. Me gusta cuando te pones celoso porque me mira otro chico, y que me agarres por la cintura con muy poco disimulo. Me gusta que acomodes mi cabeza en tu hombro cuando me quedo dormida en el sofá. Me gusta ver desde lejos cómo te impacientas esperándome. Me gusta encontrarte mirando la foto mía que tienes en el fondo del móvil. Me encanta cuando me besas creyendo que estoy dormida. Me gusta encontrarte mirándome con esa cara de enamorado, como si yo fuese lo más hermoso del mundo.


Creo que podría resumirlo así: me gusta todo de ti. Me gustas tú.

 Isa



¿Que qué quiero?

¿Que qué quiero?



Quiero que tu mayor miedo sea que llegue tarde a nuestra cita. Que nuestra peor discusión sea qué película debemos ver. Quiero que nuestra única guerra sea entre las sábanas. Que las únicas lágrimas que derrames sean de risa. Que se te llene la barriga de mariposas cuando me veas. Que tengamos mil historias que contar. Que mi nombre sea la última palabra en tu boca cada noche. Que sólo mueras por verme. Que el impacto más fuerte que reciba de ti sea el de tu boca. Que encuentres mil canciones de amor que dedicarme. Que quieras estar siempre conmigo. Que no te canses de esperarme, de aguantar mis enfados y mis cabezonerías. Que sueñes conmigo. Que me digas que estoy guapa recién levantada, y que de verdad lo creas. Que siempre quieras comerme a besos. Que hagamos cientos de locuras que acaben en risas. Que me quieras cada día más. Que no te canses de hablar conmigo. Que tu mano sólo esté en mi cara para deshacerse en caricias. Que siempre sepas dónde encontrarme. Que planeemos montones de viajes juntos, y los realicemos. Que cada día sea especial. Que halles mil excusas para verme. Que despiertes cada día conmigo al otro lado de la cama. Que empapeles tu cuarto con nuestras fotos. Que la única celda que habites sea la de mis brazos, y la mayor condena, la de quererme para siempre. Quiero que me quieras. Quiero que sepas que te quiero. Quiero que seas feliz. Quiero saber hacerte feliz.


Pero, sobre todo, quiero que cada segundo, cada momento, cada instante de tu vida tenga algo por lo que merezca la pena que sonrías. Y prometo intentar que así sea.




Isa

Te odio...Por no poder olvidarte.

Te odio...



Porque cada día que pasa y no estás, el cielo más azul se vuelve oscuro y pierde su brillo. Porque cuando tú estás cerca, el sol sale entre las nubes y me cosquillea la piel robándome una sonrisa.


Te odio...


Porque soy capaz de reconocer tu voz, no importa lo lejos que estés o el ruido que la envuelva. Porque al oler tu perfume en el aire, sé que has pasado por aquí. Porque sé leer tu rostro como un libro abierto: la forma en que se arruga tu frente cuando estás preocupado, el hoyuelo cuando ríes en tu mejilla izquierda, la manera en que aprietas los labios cuando estás enfadado, cómo entrecierras ligeramente los ojos cuando discutimos, la forma tierna en que tus labios se curvan al pronunciar mi nombre...


Te odio...


Porque recuerdo cada palabra que me has dicho, cada susurro a solas, cada sonrisa compartida, cada instante a tu lado...Porque sigo buscando unas manos que me toquen como las tuyas: suaves, apasionadas, tiernas, protectoras...Todo a la vez, del modo en que lo hacías tú.


Te odio...


Porque haces que mi mente no funcione bien. Sólo recuerdo los buenos momentos, en los que todavía quedaba un futuro por delante y pensabas compartirlo conmigo. Porque aún cierro los ojos y puedo sentir la sensación de tus labios sobre los míos, callando alguna palabra inoportuna...Porque los malos momentos no parecen tan malos, y los buenos son demasiado buenos...Tanto como para quererlos de vuelta, aunque sepa que no puede ser...


Te odio...


Sí, te odio. Porque mis sueños contigo deberían ser pesadillas, pero yo deseo que mis pesadillas se vuelvan realidad. Porque sigue doliendo pensar en ti, y lo sigo haciendo. Porque aún camino despacito, mirando a cada lado, por si te cruzas por casualidad...


Te odio...Porque me haces daño y, sin embargo...No puedo olvidarte...






Isa

Cuando querer no está bien...

Cierra la puerta tras ella, dejando atrás el bullicioso acontecimiento social, con sus risas comedidas, su música en el volumen apropiado, sus bocados medidos, los vestidos elegantes y las sonrisas corteses… El final de su vestido de noche barre el suelo del sucio almacén mientras avanza de puntillas, para que los traicioneros tacones no delaten lo que nadie debe saber…



Y allí está él, embutido en el negro y blanco de su traje de camarero, esperándola con los brazos abiertos, como el cálido hogar que te da la bienvenida. Y se funden en un abrazo en el que no hacen falta palabras, porque la necesidad, la urgencia, el amor escapan de cada poro como un perfume característico de sus encuentros.


Sus bocas se encuentran, viejas conocidas, sin pensarlo, como dos imanes, dos polos que no pueden ser más opuestos, como ellos mismos. Los labios se separan, ansiosos por recibir a la otra parte, como siempre, como nunca… Los dedos en el pelo, las manos afianzando el talle, la respiración acelerada, los corazones latiendo a un ritmo desacompasado, como los tambores que llaman a la guerra… Los sentimientos susurrados entre los labios del otro, las promesas a media voz de un futuro sin escondites, sin miradas furtivas ni amores reprimidos…


Pero el tiempo vuelve a reírse de ellos, corriendo más rápido de lo que querrían, y el encanto se rompe. Su pequeño mundo de ensueño vuelve a ser un almacén polvoriento y olvidado, sus cuerpos se separan con un dolor casi físico… Los dedos que se abandonan…


Y ella vuelve a su mundo de dinero y placeres, a sonreír a desconocidos como si fueran tiernos amigos, a hacer creer al mundo que no hay nadie más realizada que ella sobre la tierra, que pertenece a ese ambiente dorado de fiestas superfluas donde no importa quién eres, sino quién creen los demás que eres.


Y él sostiene la bandeja, sirviendo copas que valen más que su sueldo a los que le impiden quererla sin huir, sin esconderse, a los que condenan esas miradas fugaces que no pueden evitar…Porque no está bien, porque no puede ser… Porque no les dejan que sea…Vigilándola siempre a distancia, secreto y pobre guardián de la pequeña princesita, que hace mucho que es reina de su vida…


Y así siguen, continuando una historia que no es la suya, viviendo a escondidas y actuando en público, con el sabor de lo prohibido aún en los labios hinchados por el amor de un beso clandestino…






Isa

Bienvenidos.

Bueno, como dice el título, sólo quiero daros la bienvenida a mi pequeño espacio en internet. Aquí iré colgando las historias que vaya escribiendo y alguna que otra cosilla más que se me pueda ocurrir.
Espero que os guste lo que encontréis aquí, pondré toda mi ilusión y esfuerzo en ello =)



Isa