Todos tenemos una historia digna de ser contada...¿Quieres conocer la mía?

domingo, 28 de agosto de 2011

Tú y mi mundo -06-

(Antes que nada, decir que este capítulo va dedicado a esa personita que todos los días me pregunta: "¿Has escrito? ¿Cuándo vas a actualizar?", por estar siempre encima mía =P Y daros las gracias a todos los que esperáis pacientemente a que vuelva a escribir, que sé que me cuesta subir algo ^^U Pero a partir de ahora, prometo hacerlo más seguido, de verdad ^^)
El colegio donde estudiaba Carolina era el Dulce Nombre de Jesús. En sus comienzos, eran dos colegios distintos: uno para niños y otro para niñas. El colegio lo fundó la orden de los Carmelitas, encargándose los sacerdotes de la educación masculina y las hermanas de la de la femenina. En la actualidad, aunque el colegio seguía siendo propiedad de la orden, la mayor parte del profesorado no era religioso. El colegio había evolucionado hasta convertirse en un lugar donde se reunían los hijos de familias acomodadas, conservando aún gran parte de la rectitud de las escuelas religiosas.
Al haber sido dos colegios diferenciados, era un lugar bastante grande. Hoy en día, era mixto, así que la mayoría de las partes del colegio habían cambiado su fin. Tras atravesar las verjas del colegio, había un caminito de gravilla que surcaba una zona verde, llena de árboles y arbustos, que tenían como objetivo preservar la intimidad del centro. El camino conducía a la entrada del colegio. El edificio en sí era bastante sobrio, hecho en piedra grisácea y sin adornos, pero tenía ese cierto porte señorial de lo antiguo.
Raúl frenó con suavidad a un lado de la entrada, que ahora hacía las veces de aparcamiento. Carolina bajó de la moto, quitándose el casco y recolocándose la trenza. La muchacha miró a Raúl, que estaba colocándole una cadena a la rueda de la moto.
- ¿Qué haces? ¡Nadie aquí va a robarte la moto! Aquí no acude la gentuza con la que tú te juntas, por si no te habías dado cuenta. – Hizo un amplio gesto con la mano, abarcando la zona de la entrada, repleta de estudiantes. Aunque todos vestían el mismo uniforme, Raúl pudo captar esa especie de ambiente que se crea cuando se reúne gente de mucho dinero. Terminó de poner la cadena y se incorporó, mirando fijamente a Carol.
- La gente más rica no es la más honrada. – Le dio un toquecito en la frente con el dedo índice – Grábatelo en la cabecita.
La  chica se echó hacia atrás, frotándose la frente.
- ¿Quién te crees que eres para darme lecciones? Yo sé mucho más que tú de…
- ¡Carol! – La vocecilla aguda de una muchacha interrumpió la frase de Carolina, y ambos se giraron hacia ella.
- Buenos días, cariño – Las chicas intercambiaron dos besos. Junto a la muchacha, iba un chico. Éste hizo un gesto con la cabeza a modo de saludo.
- Carol… ¿Has venido con él? – La muchacha señaló a Raúl – Ésa es la moto vieja de tu hermano, ¿verdad? ¿Quién es él?
Carolina sopesó la situación. Bueno, al fin y al cabo, se iba a acabar sabiendo. Suspiró y se cruzó de brazos.
- ¿Os acordáis de que os dije que mi madre iba a adoptar a un niño?... Bueno, pues el niño venía crecidito. Éste es mi nuevo… - Casi se atragantó con la palabra, así que decidió obviar el parentesco legal – Éste es Raúl.
Tras unos momentos de sorpresa y asimilación, fue Carolina la que rompió el hielo.
- Y ellos son Patri y Borja, mis dos mejores amigos. Los verás bastante por casa. – Dicho esto, entrelazó su brazo con el de Patri, y echó a andar mientras decía – Nos vemos en clase. Venga, Borja, no te retrases.
Pero Borja seguía observando a Raúl, examinándolo minuciosamente. Finalmente, le tendió la mano.
- Encantado de conocerte. – Borja era un chico bastante normal: ni demasiado alto ni demasiado bajo, con el pelo castaño y rizado, los ojos color miel. Raúl le estrechó la mano.
- Lo mismo digo. – Raúl observó cómo Carolina y Patri se paraban en seco. Carolina empezó a recolocarse la ropa, de forma nerviosa, y Borja resopló.
- Ya empiezan…
Carolina se separó de su amiga, puso la espalda recta y caminó con seguridad hacia un chico.
- ¿Quién es ése? – Raúl señaló al chico con el que Carolina estaba tonteando claramente, y Borja se cruzó de brazos antes de contestar.
- Se llama Chema. Es el guaperas del colegio, y Carol lleva toda la vida enamorada de él. – Raúl examinó con más atención al muchacho, después de la jugosa información que acababa de recibir. Era un tipo alto, de complexión fuerte, tenía los ojos azules y un cabello rubio oscuro con un flequillo que le tapaba toda la frente y que se quitaba continuamente de los ojos.
- ¿Y éste es el más guapo de aquí? Pues sí que tenéis el listón bajo. – Raúl se acercó a la parejita. Conforme se iba acercando, pudo oír lo que se decían.
- … y no te vi en la fiesta del sábado. Aunque no estuve mucho rato, la verdad: no es que estuviera muy allá. – Carolina sonreía de una forma tan bobalicona que Raúl apenas pudo contener la risa.
- Sí, bueno, había quedado y eso. Pero de haber sabido que ibas tú, hubiese cambiado de planes… - Chema lanzó una sonrisa de galán experto y Raúl casi pudo ver cómo Carol se derretía por la ilusión.
Raúl dejó caer el brazo sobre los hombros de Carolina, llenándose de satisfacción ante su gesto de horror al verle. El verde oscuro de sus ojos echaba chispas, casi prometiéndole una muerte lenta y dolorosa tras esta jugarreta.
- Bueno, princesita, ¿vas a enseñarme nuestra clase o piensas dejar que vaya solito y me pierda? – Raúl torció una sonrisa e hizo un saludo militar al chico, llevándose a Carolina hacia las escaleras de entrada.

Carol sentía la rabia burbujear en sus venas. Estaba teniendo algunos avances con Chema últimamente, y justo esa mañana le había dicho que hubiera ido a la fiesta de saber que estaba ella. Y, en ese momento maravilloso, tuvo que aparecer su pesadilla personal. El macarra se la había llevado sin darle oportunidad siquiera a despedirse o a explicarle por qué tenía relación con un tipo como él. Se dejó caer en su asiento, hecha una furia, tamborileando los dedos contra la mesa. Borja se sentó tras ella. Ella se giró para mirarlo.
- ¿Has visto la vergüenza que me ha hecho pasar delante de Chema? ¡No sé qué debe estar pensando él ahora de mí! – Borja le dio unas palmaditas tranquilizadoras en la mano.
- Vamos, no ha sido para tanto. No hace falta que te pongas así. – Él le sonrió. Borja tenía una sonrisa cálida con la cualidad de tranquilizarla. Carolina ni siquiera podía recordar cuándo había aparecido Borja en su vida: simplemente siempre había estado ahí. Por sus apellidos, él Ferriz, ella Ferrer, siempre habían sido colocados juntos en clase. Este año, además, eran los últimos de la fila, lo que les permitía cierta libertad para hablar. Él era ese compañero de atrás con el que podía contar en todo momento: desde necesitar una traducción hasta una palabra de apoyo cuando tenía el corazón magullado. Más tarde, en el último curso de primaria, había aparecido Patri, y desde entonces los tres se habían vuelto inseparables. Sin embargo, había una cierta complicidad entre Carol y Borja distinta, quizá obtenida en todos esos años de conocerse.
- Venga, alumnos, guarden silencio. Va a empezar la clase. – Don Aurelio, el profesor de Literatura, un hombrecillo de baja estatura con aspecto de ir siempre con prisas, entró en el aula. Se dirigió a su mesa y dejó caer la copia del pesado libro de texto sobre la mesa. – Bien, sigamos donde lo dejamos ayer. Si profundizamos en… - El profesor se interrumpió bruscamente, mirando sobre sus gafas de lectura hacia una esquina de la sala. - ¿Se puede saber quién es usted y que hace ahí de pie?
Raúl sonrió, alzando los hombros.
- Nadie me ha invitado a sentarme, y uno es muy educado. – Un par de risitas tontas se oyeron en la clase, y Raúl les envió un descarado guiño a sus nuevas y recientes admiradoras en clase. Carol rechinó los dientes: ¿cómo podían ser tan idiotas de seguirle el rollo?
- Ah, sí, sí. Es cierto. Usted es el nuevo, ¿verdad? El hermano de la señorita Ferrer. – Carol sintió el peso de 30 miradas directamente sobre ella: D. Aurelio acababa de ahorrarle una explicación a sus compañeros. Todo efectividad. – Habrá que ubicarlo entonces… - El hombre rebuscó en su libro hasta dar con una lista de la clase. – Veamos… Señor Ferriz. – El profesor alzó la mirada y la clavó directamente en Borja. – Va usted a cambiarse de sitio, si es tan amable. Vamos a intentar respetar el orden de lista, así que ponga una mesa justo aquí delante. – Señaló frente a la mesa del profesor. Carolina le miró horrorizada: iban a poner a Borja en la otra punta. Esto no podía estar pasando. – Además, así la señorita Ferrer podrá ayudar a aclimatarse al señor Ferrer.
- Don Aurelio, por favor, no cambie a Borja. Quiero decir… Es mejor que Raúl se relacione con el resto de nuestros compañeros, ¿no cree? A mí ya me conoce y…
- Ya basta, señorita Ferrer. Es el primer día del muchacho y no conoce a nadie, es necesario darle tiempo para que se adapte.
- Pero…
- No hay “peros” que valgan. No creo que sea usted quien tenga que decir cómo organizo mis clases, señorita. – Don Aurelio la miró duramente, antes de volver su atención a Raúl, que todavía mantenía esa sonrisa que exasperaba a Carol. – Y usted, apresúrese a tomar su sitio. No me hagan perder más tiempo de mi clase.
Raúl se dejó caer en el asiento de Borja, y Carolina sintió su aliento en la nuca mientras le susurraba: - Vaya, también mi compañera de mesa… Parece que no puedes vivir ni un segundo sin mí, princesita.


Las tres primeras horas pasaron tan lentamente que Carolina pensó que había algún problema con su reloj. Los minutos avanzaban cruelmente lentos y, para colmo de males, Raúl no dejaba de tararear canciones. La muchacha estaba empezando a tener un importante dolor de cabeza cuando la ansiada campana que anunciaba el recreo sonó.  Carol se levantó de su asiento como si tuviese un resorte y se lanzó hacia la mesa de Borja.
- No esperaba que nos cambiaran a estas alturas. – Comentó Borja mientras se levantaba, cerrando el libro que había estado usando. Carolina fulminó con la mirada a Raúl, que estaba desperezándose tranquilamente en su nuevo asiento.
- Todo por su culpa. Desde que ha llegado, no ha hecho otra cosa aparte de molestar.
Borja rió suavemente y le dio unas palmaditas cariñosas en la cabeza.
- Venga, no te pases. Él no tiene la culpa: ha sido cosa de D. Aurelio, que cuando se le mete algo en la cabeza, ya sabes… - Carol se cruzó de brazos, enfurruñada y aún sin estar dispuesta a admitir que pudiese haber otro culpable de sus males que no fuese el macarra. Patri apareció sorteando las mesas.
- Pues parece que tu hermanito se está “aclimatando” de maravilla… - La chica señaló con la cabeza hacia el final del aula.
- No lo vuelvas a llamar “tu hermanito” o vas a estar en problemas, Patricia – Masculló Carol, antes de girarse hacia donde señalaba su amiga. Raúl estaba rodeado de un grupito de chicas, cada cual intentando acaparar más su atención. Él no podía parecer más satisfecho con su aceptación femenina. - ¿Esto es en serio? ¿Qué le ven?
- Hombre, chica, el muchacho feo no es… Pero más que eso es como… atractivo, ¿no? Y diferente al 99% de los chicos de aquí. Hay que admitirlo, es la novedad, y tampoco está mal.
Carolina puso los ojos en blanco, incrédula.
- Gracias a Dios – Hizo especial énfasis en estas palabras –, los chicos aquí son diferentes a eso. Si no, ya me habría cambiado de colegio, te lo aseguro.
Carol miró con más atención al macarra. Tenía el cabello negro, con un peinado rapado a los lados horrendo. Estaba ligeramente bronceado y tenía los ojos castaños. Tenía unos bíceps bien formados, pero tampoco como para llamar la atención. Tampoco el resto de su cuerpo tenía nada de especial: ni demasiado alto, ni demasiado guapo… Nada.
Raúl atrapó su mirada, y una sonrisa ladeada se extendió por su rostro. Carolina se giró rápidamente, dándole la espalda: definitivamente, para ella, no tenía nada de atractivo.
El recreo pasó fugaz y Carol tuvo que volver a regañadientes a su sitio. Raúl ya estaba sentado, pero ella lo ignoró de forma deliberada. La profesora de inglés ya había empezado la clase cuando escuchó el susurro proveniente del asiento de detrás.
- Antes te he pillado mirándome de arriba abajo… - Carol sintió que se le enrojecían las mejillas y cerró los puños sobre la falda del uniforme, con enfado. – Ya sé que es complicado, pero por lo menos cuando estemos en público deberías cortarte un poco, que ahora somos familia. – Carolina podía imaginar la sonrisa de satisfacción que cruzaba su estúpido rostro. Ladeó el rostro y casi gruñó al contestarle.
- Me estaba preguntando  qué es lo que han visto esas niñas en ti para hacerte caso. Debe haber sido por curiosidad o por lástima, porque otra explicación no hay.
- ¿Estás segura? Yo diría que es porque estoy buenísimo y además soy simpático, gracioso, buena gente…
- No te lo crees ni tú. – Le interrumpió Carol.
- Miss Ferrer, have you got something to share with us? – Carolina se giró rápidamente hacia la profesora, con las mejillas encendidas.
- No, professor, I haven’t.
- So, be quiet, please. – Carol se llevó la segunda mirada de reprimenda del día, mientras oía la risa amortiguada de Raúl a su espalda. Ni siquiera las clases prometían ser tranquilas de ahora en adelante.


Isa