Las lágrimas no son sólo agua, corazón: es el líquido en el que se diluyen los sentimientos. Desde la ira más feroz al amor más tierno, todas pueden disolverse en ellas y deslizarse por tu rostro. ¿Crees, entonces, que puede ser malo llorar?
Por eso, si lloras porque duele, yo estaré allí. Llegaré y sólo me sentaré a tu lado. No hablaré, no te miraré, pero mi mano estará lo suficientemente cerca de la tuya para que la agarres con fuerza si lo necesitas. No acudiré rauda a restallar tus lágrimas, no me empeñaré en que rías ni en secar tus mejillas.
Y después de la tempestad, de dejar todo lo que llevabas dentro en la humedad que cubrirá tu faz, llegará la calma, el agotamiento, las fuerzas perdidas sin saber muy bien dónde. Entonces te prestaré mi hombro, pequeño rincón apartado del mundo, para que te escondas durante ese espacio de tiempo en que aún serás pequeñito y vulnerable. Yo te sostendré y cuidaré de que nadie se acerque a hacerte daño.
Luego, cuando creas haberte recuperado, serás tú quien me busque. Me mirarás y puede que sonrías, o que sólo me pidas con la mirada que te lleve lejos. Será en ese momento cuando te ayude a levantarte y juntos nos enfrentaremos a la razón de tus lágrimas…O, quién sabe, quizá sólo corramos como niños en busca de otras lágrimas, pero que sepan a felicidad.
Isa