Ella sonreía de oreja a oreja, con las manos a la espalda y la mirada perdida en la inmensidad del cielo. Su amiga la miró, extrañada y alzó las cejas.
- Oye, hoy no te ha pasado nada excepcionalmente bueno...¿Por qué sonríes?
La chica la miró y caviló un instante, durante el que su sonrisa flaqueó un poco en las comisuras. Un par de segundos después, volvió a tensar los labios en una sonrisa espléndida que iluminaba aún más que aquel brillante sol de junio.
- Simplemente, porque no tengo motivos para no hacerlo. Y eso es más que suficiente.
Su amiga la miró, y por un momento pareció estar a punto de replicar. Sin embargo, las palabras se ahogaron en una sonrisa. Se tomaron de la mano y echaron a correr como dos chiquillas, entre risas y las miradas desconcertadas de los viandantes. Porque, a veces, para ser feliz no hace falta que ocurran grandes cosas.
Sonríe, porque así quizá le recuerdes a alguien que también tiene razones para ser feliz.
Isa
lunes, 6 de junio de 2011
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¡Me encanta! Y la frase de cierre, totalmente cierta, debería ser así.
ResponderEliminar=)