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Esperaban en el sofá la llegada de sus padres. Su hermano estaba totalmente enfrascado en el programa que emitían en ese momento, tumbado en el sofá sin el más mínimo atisbo de nerviosismo. Carolina, sin embargo, no podía estarse quieta. Incluso Tyson, su dobermann, se alejó de ella, espantado por su constante movimiento.
Su madre, una reconocida psicóloga que trataba desde las atareadas vidas de los famosos a los traumas de niños de reformatorios, había decidido adoptar un niño a esas alturas, teniendo ya unos hijos de 23 y 16 años. Sin embargo, el hecho de que se volviese a despertar el instinto maternal en su madre no era lo más extraño, sino el misticismo con que habían tratado el tema. No habían ido a ver al niño al orfanato y ni siquiera habían comprado ropa o juguetes.
Su padre, un importante e implacable abogado en su bufete y un marido demasiado benevolente en casa, se había pasado los últimos días evitando sus preguntas. Y, por más que su hermano asegurara que sólo eran imaginaciones suyas, Carolina podría jurar que su padre también evitaba sus miradas y, cuando no podía hacerlo, sus ojos parecían disculparse en silencio.
Así pues, cuando oyó los neumáticos del coche deslizarse con suavidad por el caminito que conducía a la puerta de su cochera, saltó del sofá como si llevase un resorte.
- ¡Chisco, ya están aquí! ¡Coge a Ty, le vaya a hacer algo!- Fran, su hermano, se levantó mientras resoplaba.
- ¿Tú eres tonta o qué? ¿Cuándo ha hecho algo el perro a los niños?
- Bueno, por si acaso… Además, puede que el niño se asuste. Tú cógelo.
- Tyson, ven aquí, que a mi hermana le ha dado por ponerse paranoica. – Carolina le miró mal, mientras que Fran sujetaba al animal por el amplio collar. Ciertamente, Tyson imponía: ya de por sí, los dobermann son una raza fuerte, pero el suyo estaba musculado, acostumbrado a mucho ejercicio diario. Por lo que, por más que el animal fuese sumamente dócil y cariñoso, y sólo adoptase el modo de defensa con muy poca gente y para protegerlos a ellos, su apariencia tendía a mostrar lo contrario.
Sin embargo, al comenzar a oírse voces tras la puerta, el perro hizo algo que no solía hacer: tras olfatear el aire durante unos segundos, echó las orejas hacia atrás y comenzó a ladrar.
- Ey, ¿y a ti qué te pasa ahora? – Fran tiró del collar del perro e intentó, sin éxito, hacer que se sentara. - ¿Ves? – Dijo mirando a su hermana a la vez que intentaba calmar al animal – Ya lo has puesto nervioso con tus tonterías.
Carolina estaba dispuesta a replicar, cuando las llaves giraron en la cerradura, apenas audibles entre los ladridos frenéticos de Tyson. La puerta se abrió y tras ella apareció una imagen que no concordaba con lo esperado. Tras unos segundos en que Carolina intentó reaccionar, su madre fue más rápida y rompió el hielo.
- Francisco, ¿qué le pasa a Tyson? – El animal se revolvía, intentando zafarse del firme agarre del muchacho. El chico estaba algo atónito con la visión de las tres figuras en la puerta, pero sacudió la cabeza y salió de su ensimismamiento, con una ligera sonrisa.
- No lo sé, mamá, está así desde que os oyó llegar…
- Vamos, llévatelo a su caseta y lo atas. – El chico asintió y arrastró al perro hacia el jardín, con cierto esfuerzo y la ayuda de su padre. Carmen, su madre, mientras tanto, se giró y miró a la tercera persona que quedaba en el umbral. – Vamos, pasa, no te asustes. Supongo que sólo será una reacción normal al no conocerte aún, es un perro protector pero también muy cariñoso, no solemos tener problemas con él.
Carolina estaba petrificada. No podía creer lo que veían sus ojos…
- Mamá, ¿éste no será…?
Su madre le dedicó una sonrisa deslumbrante mientras el nuevo miembro de la familia atravesaba el umbral.
- Sí, cariño, éste es tu nuevo hermano. Se llama Raúl.
Pero lo que no acababa de entrar en la cabeza de la muchacha era que su nuevo hermano tenía toda la pinta de ser mayor que ella. Llevaba un peinado de punta, rapado a los lados y varios pendientes. A su atuendo, compuesto por unos vaqueros gastados y unas sucias zapatillas de deporte, lo acompañaba un cordón de oro que brillaba contra el blanco de su camiseta.
Su madre acaba de adoptar un cani y lo pensaba meter en el cuarto de al lado.
Su vida a partir de ahora prometía ser de lo más entretenida.
Isa
Uuuh :O
ResponderEliminarUn cani?! Dios que panzón de reír me he pegado aquí yo solaa XDD
Espero pronto un nuevo capitulo:)
Besoos!
XDDD =P Sí, intentaré tenerlo cuanto antes ^^!
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